Ser mujer en el mundo empresarial ha sido uno de los caminos más retadores, pero también más enriquecedores de mi vida. He tenido que demostrar mi capacidad en entornos donde no siempre se espera que una mujer tenga la última palabra. He aprendido a negociar con firmeza y a liderar sin tener que renunciar a mi esencia.
Liderar desde la autenticidad y la empatía
Al principio, creí que tenía que endurecerme, que debía ajustarme al molde tradicional de liderazgo. Pero con el tiempo entendí que mi fuerza está precisamente en lo que me diferencia. Mi capacidad de empatía, mi intuición, mi visión a largo plazo… todo eso me ha permitido construir relaciones sólidas y resultados sostenibles.
Claro que ha habido barreras: miradas que juzgan, voces que dudan, techos invisibles que intentan frenarte. Pero también ha habido una red inmensa de mujeres poderosas y hombres conscientes que han sumado a mi camino. Y eso me ha hecho más resiliente, más humana, más líder.
Hoy lidero con orgullo. Y lo hago sabiendo que cada paso que doy también abre puertas para otras mujeres. No se trata solo de ocupar un puesto; se trata de transformar el entorno. De liderar desde la autenticidad. De dejar huella.