En la vida, nuestro nombre no solo es una etiqueta que nos acompaña; es una identidad, un reflejo de nuestras raíces y un recordatorio constante de nuestra historia. Llevar el nombre de “Altagracia” es, para mí, un honor profundamente significativo, pues me conecta con nuestra Señora de La Altagracia, la protectora espiritual del pueblo dominicano. Este nombre lleva consigo una carga de gracia, amor y devoción que me inspira a vivir con gratitud y propósito.
La importancia de Nuestra Señora de La Altagracia
Ayer 21 de enero celebramos el día de Nuestra Señora de La Altagracia, quien es más que un símbolo religioso; un pilar de fe y esperanza para los dominicanos. Su imagen, venerada en la Basílica de Higüey, representa la protección divina y el amor maternal. Para mí, llevar su nombre significa no solo un lazo espiritual con nuestra historia, sino también un compromiso de reflejar esos valores de protección, amor y gracia en mi vida diaria.
Mi etapa de retiro en Punta Cana
Hoy, en esta etapa de mi vida que considero un “retiro funcional”, he encontrado el equilibrio perfecto entre el trabajo, la naturaleza y mi familia. Aunque sigo trabajando arduamente con pasión en mi propia empresa, lo hago desde un lugar de paz y gratitud, una morada construida por mi, disfrutando cada momento que me regala este paraíso llamado Punta Cana.
Rodeada de naturaleza y del calor de mi familia, he aprendido a valorar aún más lo simple y esencial de la vida. Esta conexión con mi entorno y mi espiritualidad me permite mirar hacia el futuro con serenidad, sabiendo que estoy honrando tanto mi nombre como los valores que representa.
